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martes, 11 de diciembre de 2018

NAVIDAD 2018

Unidas al bellísimo retablo de la iglesia burgalesa de San Nicolás de Bari, suenan las notas del Cantus Firmus núm. 5 (Adeste Fideles) armonizadas por nuestro recordado amigo Alejandro Yagüe; él nos dejó esta espléndida perla, una más de su brillante trayectoria musical, como obsequio personal a la Coral de Cámara San Esteban. Fue estrenada el día 26 de diciembre 1988, festividad de San Esteban, en una muestra excepcional de tres corales: la Coral Vadillos, la Coral Castilla y nuestra Coral San Esteban. En el marco inigualable del templo de San Nicolás y situados los coralistas de manera estratégica en las naves y el coro, consiguieron una audición estereofónica que llenó de euforia y entusiasmo a participantes y auditorio.
 
Esta intervención se repitió en años sucesivos y aún vive presente en los ángeles que decoran el espacio central del inigualable retablo; y han querido recordar aquellas hazañas y convertirse en protagonistas para mostrar su deseo de felicidad a quienes participaron en tan señaladas intervenciones, y, de manera especial, a los que, junto a nuestro llorado amigo Alejandro, nos han dejado también su ejemplo y entrega a la vocación coral. Para todos ellos nuestro recuerdo emocionado y el especial cariño que nos merecen.



jueves, 29 de noviembre de 2018

MIS LARES

VILLADIEGO, UNA VILLA DE SEÑORÍO
(Una muestra de celebración festiva)
          Tercer día de las fiestas patronales y Villadiego amanece una vez más bajo el hermoso paraguas azul del cielo castellano. Un sol esplendido ilumina cada rincón de la villa con la promesa de otro día para el recuerdo. La Puerta Norte sigue abierta asegurando a los visitantes un abrazo acogedor para quien tenga el propósito de disfrutar de la hospitalidad de la villa.
Hoy me he levantado con los luminosos rayos de sol que se colaban estimulantes entre los cuartillos de mi ventana y, después de rapar las barbas y remojar el cuerpo y el alma bajo el agua de la ducha, he cargado mis bártulos de humilde aficionado a la fotografía y he salido de "safari". He querido mirar una vez mas a la villa que me vio nacer, desde las pocas alturas que la circundan. Y, desde el Alto la Riba, aunque los árboles no me dejaban admirar el bosque urbano al completo, he podido imaginar, como el Diablo Cojuelo, las imágenes de mis paisanos rendidos a la trasnochada de unas fiestas para las que no encuentro mejor elogio que memorables.
Aun quedaban sobre tejados y miradores las tonadas meridionales del último evento que, ayer, lleno la Plaza Mayor de belleza, luz, color y emociones flamencas. Y en el aire limpio de la mañana han desfilado sobre tejados y balconadas, los desfiles de carrozas repartiendo arte y delirio; la alegría de las penas multicolores, entregadas al placer de estimular a la fiesta y al buen humor; las celebraciones litúrgicas dedicadas a la Virgen y el buen San Roque que por una vez en el ano recorren la villa para bendecir vidas y sueños; la espectacular belleza de la Corte de Reinas, cuya apostura y dignidad han llenado de honores a la villa y asombro a propios y extraños; las alegres dianas y los conciertos magistrales a cargo de la Asociación Musical de Villadiego; el vermú del medio día; el buen yantar de una tierra que conserva los valores culinarios ancestrales, con especial devoción para el cordero asado al estilo Villadiego, las jijas y la morcilla; el sol y sombra de la sobremesa y las cañas frescas del atardecer; los Fuegos Artificiales llenando de asombro y color los ánimos y la noche; los bailes, las corridas de toros, las verbenas, los conciertos de guitarra y música coral en el flamante Auditorio  «Príncipe Felipe» y de órgano en el templo de Santa Maria; las exposiciones en Museos y templo de San Lorenzo…
Y para completar el ámbito cultural, el especial Acto Conmemorativo que celebra el 200 Aniversario de la Independencia de Paraguay y la Memoria de D. Bernardo de Velasco y Huidobro (Villadiego, 1765, Asunción, Paraguay, 1822) ilustre militar español, ultimo gobernador de la Intendencia del Paraguay. Finalmente, he revivido la emoción de los numerosos reencuentros entre amigos que vivimos al alimón niñez y adolescencia. Siete decenas largas de años coleccionamos todos ya y los recuerdos de otras fiestas y otras venturas nos han unido en el amor a la tierra que nos vio corretear y en el firme propósito de seguir llevando su nombre con orgullo.
Por todo ello, porque he disfrutado «de lo lindo«―como era expresión superlativa del regocijo en labios de nuestros mayores― quiero mostrar mi agradecimiento a cada una de las personas que lo han hecho posible. Y, como en Fuenteovejuna, sigamos todos a una engrandeciendo lo que ya lo es mucho por el esfuerzo del trabajo, la cultura y el bien hacer de regidores, asociaciones y vecinos.
Eduardo García | 17/08/2008


domingo, 25 de noviembre de 2018

THANKSGIVING - ACCIÓN DE GRACIAS


ACCIÓN DE GRACIAS
Orígenes de la celebración


Hoy ha sido uno de los días de nuestra visita americana que voy a recordar con especial entusiasmo. Porque, por fin,he descubierto algo que ya intuía cuando, entregado en cuerpo y alma a la lectura de las novelas de Rodeo de mi adolescencia, celebraba las hazañas de indios y vaqueros. Incluso las películas del «Oeste» contribuyeron eficazmente al despropósito de juzgar a los primeros como desalmados, crueles y sanguinarios. Porque parece que la nobleza de unos y otros estaba mal repartida y siempre eran los segundos los que merecían el aplauso y con él el premio de la victoria. 

Según parece, los vaqueros no eran tan buenos ni los indios tan malos. Y mi satisfacción de hoy viene a cuento porque aquella agresión manifiesta en el trato que recibían los indios, se me ha mostrado con la evidencia histórica de su noble estirpe y la inevitable conducta belicosa que les obligó a la lucha en defensa de sus vidas y sus tierras. 

Hoy, la «Pliymoth Plantation» es una recreación de la forma de vida de este pueblo para enseñar a turistas e interesados las costumbres y cultura de este pueblo americano anterior a la colonización.

El cuarto jueves del mes de noviembre  se celebra en los Estados Unidos el día de acción de gracias o Thanksgiving. La fiesta está íntimamente relacionada con los primeros eventos de la colonización inglesa en el Nuevo Mundo. En 1620 un grupo de colonizadores cristianos, que posteriormente serían conocidos como peregrinos, viajó a América a bordo del barco Mayflower. Desembarcaron en el mes de noviembre, a fines del otoño septentrional, en la costa de Massachussets (este de Estados Unidos) cumpliendo sus propósitos de establecer una Colonia en Plymouth. 

El riguroso invierno en esas latitudes les tomó por sorpresa, sin tener tiempo para prepararse contra las duras condiciones de privación y frío. Del centenar de peregrinos sólo sobrevivió la mitad. Los que lo consiguieron, debieron su suerte a la ayuda y alimentos, que los nativos de la zona, los indios Wampanoag, les proporcionaron.

 Han pasado cinco años desde aquella visita y las decisiones de algunos pobladores europeos de aquellas tierras, convertidos en aborígenes siendo extranjeros, confirman un comentario atinado de uno de los jóvenes Wampanoag en aquel lugar.

Me decía el muchacho indígena que su análisis de los tiempos transcurridos desde aquella, para ellos infeliz fecha de la usurpación de sus tierras, —sin más argumento que el de la violencia para conseguirlo—, no cuadraba con las exigencias actuales de la administración americana. 
"—A mis antepasados nadie les pidió permiso para ocuparlas y, para más infamia, no solo no lo hicieron sino que añadieron a su rapiña la añadida arbitrariedad del despojo..."




Video: Imágenes de la visita a la plantación, diseño y grabación:
Eduardo García
Otras imágenes: 
De la Wikipedia y la web. T
Texto: Eduardo García el 15-04-2012 un día después de la visita a la plantación. 

lunes, 7 de mayo de 2018

EL SUEÑO DE UNA CANTERA

VIII CENTENARIO DE LA COLOCACIÓN DE
LA PRIMERA PIEDRA DE LA CATEDRAL DE BURGOS

No sé por qué secreta razón, siempre me han interesado las piedras labradas, desde que, aun muy niño, pensaba que los gigantescos templos de mi pueblo alguien los había puesto allí y no habían aparecido en la villa por generación espontánea. Pronto supe que aquellas moles habían sido obra de arquitectos, escultores, canteros y peones que llevaron a cabo, entre cálculos, cinceles y tesón, lo de convertir pacientemente una cantera en poesía.

Tenía yo, acaso siete años, cuando conocí a un hermano de mi abuelo paterno, que apareció por mi casa por primera y única vez en su vida. Años más tarde, poco tiempo antes de fallecer, le visité tendido sobre la cama en un largo pasillo de ancianos que, como él, estaban acogidos en Hospital Provincial de Burgos. Había sido cantero toda su vida y seguí estando soltero, a pesar de lo que a mi me parecían sus muchísimos años viviendo en soledad. Venía desde su lugar de origen, en una de las numerosas aldeas del Valle del Pas, en Cantabria, desde donde había venido a nuestra casa. Su presencia me fascinó, especialmente cuando me hizo el relato de su oficio de cantero y el destino de las piedras que, una vez modeladas y ensambladas, colocaba para construir hermosos edificios, presididos por escudos nobiliarios o de familias de indianos enriquecidos.

Pues bien, mi entusiasmo inicial se convirtió en perplejidad, cuando me mandó con unas pesetas a la cantina para comprar un cuartillo de vino. Así lo hice y descubrí la urgencia que le acosaba; mi madre le había preparado un desayuno, en un generoso tazón de leche de oveja y sopas de pan de hogaza, y parece que él echaba de menos algo que me dejó pasmado. Con la botella de vino tinto que yo le traje, vertió el contenido sobre el tazón y así dio cuenta de semejante mejunje. Lo cierto es que dio cuenta de aquella mezcla de leche, pan y vino en un santiamén. Era el tío Menda; un personaje famoso en todos los valles pasiegos. Su hermano, mi abuelo Segundo, también tuvo que ver con las piedras. Aquellas, las redondas de los molinos en los cauces, que periódicamente picaba para conseguir la máxima calidad en las moliendas. Fue una especie de alma inquieta en cuanto que recorrió numerosos molinos de la provincia de Burgos, y en uno de ellos vino al mundo mi padre.

Y, finalmente, no puedo por más que reconocer mi entusiasmo ante los trabajos de los canteros gallegos que pacientemente, y golpe a golpe, construyeron el colegio en piedra de mi pueblo y que, entre ansiedades y entusiasmos yo veía crecer cada día. Nunca lo estrené de niño, pero si lo disfruté de maestro.

Todo esto me lleva a mi afición por las piedras convertidas en versos después del regalo generoso de las canteras. Todos nos entusiasmamos ante la maravilla de nuestra catedral burgalesa, pero me gusta ir más allá; pocas veces dejo de echarla un vistazo en mis paseos diarios. Y nunca olvido la tarea de los artífices, que completaron tan airoso poema: arquitectos, escultores, canteros, peones que, entre la fe, el arte y el coraje de todos, nos legaron semejante maravilla. Ochocientos años van a cumplirse enseguida y esta he querido que fuera mi humilde aportación, para una celebración con el orgullos de haber nacido en esta tierra sagrada.