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miércoles, 30 de julio de 2014

GRAFFITIS Y GRAFFITIS

Hay que convenir en que algunos de nuestros estudiantes y, otros afines, merecen todos los elogios para una conducta como la suya, capaz de sustituir su tiempo de libre disposición y albedrío, por el admirable afán de acrecentar su caudal de conocimientos de expresión escrita y convertirles en una  muestra solidaria de sus excepcionales aptitudes. A poco que uno preste atención a sus «muestras gráficas» puede llegar a numerosas conclusiones. Entre ellas, la de que no son banales sus esfuerzos y que representan un futuro halagüeño para el desarrollo de las actividades profesionales, sociales, culturales y económicas de las futuras generaciones. Trazos de firmeza concluyente muestran un decidido empeño que les permitirá superar dificultades y obstáculos; inclinaciones de rasgos a un lado y a otro de su escrito confirman la indudable tendencia de contactar con los demás (espíritu de equipo); escritos ascendentes responden a actitudes vitalistas; líneas horizontales nos indican un carácter firme que no se deja llevar por el entusiasmo ni por el desánimo...etc.  En fin, un excelente abanico de personalidades dispuesto para afrontar los retos del futuro con las máximas garantías de éxito.  

Incluso hay ocasiones en las que se descubren muestras de solidaridad hacia alguna persona sobresaliente por sus hazañas deportivas. Es el caso que se muestra en la imagen a continuación en el que un famoso atleta, cuyos méritos le han hecho merecedor de figurar como ejemplo ciudadano de constancia, esfuerzo y pundonor, al que muestren su incondicional apoyo. Cómo se verá, en él, los escritores han querido plasmar junto a su imagen, el alto grado de estima que les merecen sus hazañas convirtiendo cada una de las firmas en un galardón personal para sus hazañas deportivas.



Uno, que aunque no es muy viajado que digamos, ha podido comprobar, no sin cierta dificultad por su escasez, algunas muestras gráficas de este «arte pendolista» en diversas ciudades y pueblos, que en nada superan en cantidad ni calidad a las que nosotros disfrutamos en Burgos. Es, por demás halagüeño, por ejemplo, que entre la pléyade de peregrinos que discurren por la ciudad, sea frecuente que guarden en su retina la impronta de las más espectaculares muestras de grafismo que abundan a su paso; fachadas, reclamos publicitarios, señales de tráfico, algún que otro árbol, farolas, bancos públicos, muros y monumentos de larga y honrosa historia, estatuas, paneles, mapas de información turística, centros educativos...;  y un largo etcétera, demuestra la «abundante creatividad» que convierte a la ciudad en un claro ejemplo cultural que ofrecer a propios y extraños. Será para cada peregrino un «grato recuerdo» de su paso por nuestra ciudad.

Por otro lado, hay que reprochar a los poderes públicos su desmedido afán por evitar, más o menos eficazmente, que los autores de estos trabajos lleven a cabo sus encomiables esfuerzos de mejora en la expresión gráfica. Se ha dado el caso de que sorprendidos los encargados de esta tarea en pleno actividad de limpieza, coincidieron con un «escritor» de corta edad que provisto de spray (atomizador o aerosol en castellano) iniciaba su tarea diaria «estorbado» por los primeros. Incluso estos cometieron la torpeza de increparle duramente con la ayuda de un paseante que discurría por el lugar. A las voces de reproche acudió el padre del chaval que a punto estuvo de emprenderla a guantazos contra el trío represor. «Mi hijo es libre de hacer lo que le venga en gana en uso legítimo de sus libertades», argumentó.

Una última cosa que añadir. Según los poderes públicos municipales, los trabajos de aseo que «estorban deliberadamente la legítima libertad señalada» supusieron el irrisorio gasto de quinientos mil euros en el año 2012.
un burgalés paciente

ESTO, ES OTRA COSA:


lunes, 28 de julio de 2014

CATALINA

Hace bastante fresquito por las mañanas, pero el aire está tan limpio que el pedalear, aunque sea superando repechos de poca monta, es un verdadero placer. Hay otro placer añadido que con el tiempo y la frecuencia se convierte en verdadera relación de amistad entre los ciclistas del carril. Pedalear a diario por el mismo recorrido y a la misma hora, se convierte en lugar de reencuentro común para los velocipédicos habituales que coincidimos en el paseo. Al cabo de unos días, la frecuencia y las coincidencias en el trasiego de catalinas* hace que las miradas entre colegas comiencen a contemplarse con simpatía primero, con una sonrisa más tarde y en un saludo cordial definitivo que ya se repite cada día.

Y este es el caso. Todos los días nos reencontramos un colega él para allá y yo de regreso, a todas luces también muy jubilado y pertrechado de la manera más sensata; zapatillas a lo Bahamontes, casco multicolor, gafas RAYBAN polarizadas, chándal hasta la cintura, culote a lo Valverde y guantes con dedos recortados. Sin duda, todo ello para conservar indemne su voluminosa envergadura y, de paso, su dignidad de ciclista convencional. Su bicicleta es una brillante «todoterrenazo» como a sus cinco años la llamaba un sobrino mío.  Lamentablemente mi estampa no cuadra con semejante señorío y la bicicleta que pedaleo es plegable, ruidosa y, para mí, algo pesada cuando cargo con ella camino del trastero.

Hoy, por primera vez, a lo largo de una repetida secuencia semanal de encuentros, hemos decido acompañar a la sonrisa, el «hasta luego» habitual entre conocidos que acaso termine con unas cañas, unos pinchos de chorizo con esquina de pan en el bar de Fuentesblancas y una franca charla entre camaradas. Sentados a la mesa con este aperitivo, iniciaremos sendas tertulias mañaneras para recordar otros tiempos y otras epopeyas y, sobre todo hablar de la crisis, los impudores, de lo jodido perdón por el vocablo pero es lo que se lleva en coloquios semejantesde estos tiempos amorales y, finalmente, de los nietos de cada uno para sellar definitivamente nuestra amistad, porque los nietos son otra cosa.

Así que, como se puede ver, lo del carril bici puede ser algo más que sólo un simple ejercicio físico saludable y provechoso para la salud de cuerpo y alma. 
Catalina

                                                                                     
                                                                                                                                               Ontillera
      

COSAS DE LA LUNA Y EL SOL

Hace ya de esto muchos años, tantos que ya he perdido la cuenta del momento de la anécdota que me ha recordado el aniversario de los cuarenta y cinco años cumplidos desde que el primer hombre puso sus pies en la luna. Fue en el día 21 de julio de 1969 cuando el comandante Neil Armstrong puso su pie en la superficie lunar. Eran las 2:56, hora internacional. Seis horas y media antes, el módulo lunar se había posado al sur del Mar de la Tranquilidad.

«La televisión transmitió en directo este acontecimiento. Millones de personas, en todo el mundo, asistieron con emoción al momento en el que, por primera vez, el hombre llegaba a la Luna. Primero bajó Armstrong y el mundo entero contuvo la respiración. Entonces, se le oyó decir aquella frase que ha pasado a los libros de historia: «Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad».




Sin embargo, y por lo que se ve, no parece que el desarrollo del proyecto y el resultado final de la llegada, hayan confirmado definitivamente  la credibilidad de la hazaña a lo largo de los cuatro puntos cardinales de la esfera terrestre. Desde luego tampoco en la piel de toro. Porque este día, siguiendo habitual costumbre diaria de la emisora de radio Onda Cero, se convocó también al auditorio de «fósforos» ―según peculiar apelativo para los adictos al programa― para que mostraran sus personales vivencias en el momento del alunizaje. El que más y el que menos, vivió, según pude comprar, desde en múltiples estados de inquietud, considerando la audacia como un riesgo alarmante para la integridad física de los astronautas, hasta una tensión de las de pellízcame que no me lo creo.  Pero no todo fueron parabienes porque, entre los fósforos, se despachó uno que, libreta en mano y recopiladas en ella las sucesivas visitas a la luna que, según en él, en ningún caso se produjeron, dio por hecha la falsedad porque se abortó la difusión televisiva de las mismas y eso era muy sospechoso.

¿Que qué tiene que ver todo esto con la anécdota de escuela prometida? ―en este caso de una maestra destinada en un agreste lugar del páramo burgalés―. Pues en que, en este caso, se coordinaron la desconfianza y la rudeza del opinante al considerar absolutamente falsa de credibilidad la rara costumbre de la Tierra que se pasa cada uno de los trescientos sesenta y cinco días empeñada en un ciclo anual para dar la vuelta alrededor del Sol. Y desde luego nada más aberrante que enseñar a los niños que el Sol no se mueve y que es la juguetona Tierra la que se entretiene girando a su alrededor durante las veinticuatro horas con las que completa el día.


(Imágenes en Google)

La niña, hija del pastor de ovejas del lugar, volvió triste y compungida a clase al día siguiente de la lección aprendida. Por lo visto, el padre llegó a considerar a la profesora como farsante y reo de falsedad, cosa que ofendía al cariño que ella la profesaba. «A él le podían venir con semejantes monsergas después de comprobar día a día, desde los doce años que sus padres le dedicaron al pastoreo, quien se movía alrededor de quien». «¡¡El sol —le había dicho a la pequeña, entre irritado e insolente—, sale por las mañanas por detrás de los riscos de la Cueva del Moro y, después de pasar a lo largo de la mañana y la tarde por’cima de mi cabeza, las de las ovejas y el perro, al atardecer desaparece por detrás del aprisco del señor Matías y yo jamás he sentido semejante baile de la tierra que tengo bajo los pies!!». 


Algunos improperios más debieron de salpicar semejante desaire y la señorita, con buen criterio y conocida la terquedad del descreído, prefirió dejar para mejor ocasión una lección particular al pastor y consoló a la alumna con la respuesta de que el tiempo lo cura todo, incluso aunque la tozudez sea un mal irreparable en algunos casos, y que sólo se puede arreglar con inteligencia y la cultura que ella estaba atesorando.
Ontillera
Julio 2014

jueves, 24 de julio de 2014

FERIA MEDIEVAL EN VILLADIEGO

El pasado sábado fui visitante privilegiado de esta Feria Medieval en Villadiego al poder aportar mi humilde colaboración a un evento que, como nacido en la villa, me enorgullece de manera especial. Gracias a la amabilidad de los concurrentes pude saciar mi afición a la fotografía y de paso valorar el notable esfuerzo de un colectivo de artesanos que, capaces de hacer de su tiempo libre un espacio para el rescate de costumbres y habilidades medievales, mostraban su entusiasmo y sus tareas en una exposición de trabajos de excelente calidad y múltiple iniciativa. Confirmaban con ello la labor callada y paciente de quienes, de este modo, comparten sus aficiones y destreza y las ponen a disposición de quienes consideran una tarea noble la de rescatar usanzas de la vida rural arrinconadas, y las ponen a disposición de quien desee mostrarles su agrado.

Vayan estas imágenes como expresión de reconocimiento para las facilidades con las que pude realizar mi afición y de paso, convertirlas en escaparate de un muestra para el recuerdo y el orgullo. 
Ontillera
19 de julio 2014


ATENCIÓN CICLISTA URBANO



Tengo a gala el haber conseguido acomodarme a los nuevos tiempos, aun con sus virtudes y yerros, y aunque mantengo el talante abierto a todo, no puedo por menos que sentir algunas perplejidades que, a menudo,  me dejan sumido en un pasmo.

Es el caso que he reiniciado mis habituales correrías por el carril bici, según me estaban reclamando con insistencia mis extremidades, mis tendencias lúdicas de jubilado y, por qué no decirlo, mi familia que quiere para mi vejez la práctica de un poco de ejercicio al aire libre, según sabios consejos de la naturaleza y los facultativos de turno. Incluso, para mi seguridad física y mental, mi esposa, hijas y nietos me encomiendan cada día a toda la corte celestial para que no cometa imprudencias y regrese indemne. Léase con el vaquero rasgado, la moradura en el pómulo y la bicicleta para cambiar de modelo.

Pero no es esto lo que quiero relatar hoy.


Siempre suelo incorporarme al carril bici en el mismo lugar y con las mismas precauciones de prudencia que, entre el sentido común y los reflejos reducidos por el tiempo, me aconsejan. El caso es que, delante de mí, pedaleaba airoso otro aficionado siguiendo escrupulosamente la derecha del carril y sin invadir en ningún momento la acera peatonal que discurre paralela y unida a este. En esas estábamos ambos cuando a unos escaso metros por delante, un par de comadres, entretenidas en alegre parloteo, caminaban ocupando ambas direcciones de nuestra vía. Clamorosa usurpación, según se verá, que mi colega resolvió haciendo sonar el timbre con una alegre cantinela capaz de estimular al más reacio de los peatones y que hizo reaccionar de manera furibunda a las dos caminantes. Efectivamente; ambas mujeres dejaron libre el centro de la ruta no sin disgusto y al tiempo de increpar al intruso que, según ellas, desconocía la más elemental de las reglas del ciclista ciudadano. La señal que preside este relato es un lema que practicamos todos, o al menos la mayoría sensata, no por imposición sino por convicción y sentido común. Haciendo caso omiso del vocerío, mi camarada siguió su rodar, ahora ya libre y, probablemente bastante pasmado como lo estaba yo.

Escarmentado en cabeza ajena, al llegar a la altura de las mujeres, que erre que erre seguían caminando por el carril y ahora vociferando contra la falta de civismo de los ciclistas, tomé la decisión de superarlas, adelantándolas por la acera peatonal justo en el momento en que, inopinadamente, se incorporaba a esta una madre empujando el carrito con su bebé. Así que por escapar de un enredo me metí en otro porque la señora, esta con excelentes modales, me reprochó a mi también el uso de su espacio, dicho sea de paso, con todo el derecho del mundo.

Según esto, necesito que, desde los poderes públicos, alguien ilumine mi cacumen herido y me resuelva este embrollo porque, entre ambas alternativas discutibles, a mí sólo se me ocurre la posibilidad de cargar la bicicleta a los hombros y caminar con ella hasta los caminos por los que antaño discurrían los animales de labor en las tareas agrícolas. Que en realidad es lo que hacíamos los chicos de los años cincuenta cuando el carril bici no era ni siquiera una quimera.


Don Ramón de Campoamor me hubiera dicho que

«En este mundo traidor,
nada es verdad ni mentira,
todo es según el color
del cristal con que se mira», 

Ontillera
Julio, 2014

jueves, 17 de julio de 2014

VILLADIEGO EN FIESTAS

VILLADIEGO Y AGOSTO DEL 2012  

TERCER DÍA DE LAS FIESTAS PATRONALES


Tercer día de las fiestas patronales y Villadiego amanece bajo el hermoso paraguas azul del cielo castellano. Un sol espléndido ilumina cada rincón de la villa con la promesa de otro día para el recuerdo. La Puerta Norte sigue abierta asegurando a los visitantes un abrazo acogedor para quien tenga el propósito de disfrutar de la hospitalidad de la villa. 
Hoy me he levantado con los luminosos rayos de sol que se colaban estimulantes entre los cuartillos de mi ventana y, después de rapar las barbas y remojar el cuerpo y el alma bajo el agua de la ducha, he cargado mis bártulos de humilde aficionado a la fotografía y he salido de safari. 
He querido mirar una vez más a la villa que me vio nacer desde las pocas alturas que la circundan. Y, desde el Alto la Riba, aunque los árboles no me dejaban admirar el bosque urbano al completo, he podido imaginar, como el Diablo Cojuelo, las imágenes de mis paisanos rendidos a la trasnochada de unas fiestas para las que no encuentro mejor elogio que memorables. 
Aún quedaban sobre tejados y miradores las tonadas meridionales del último evento que, ayer, llenó la Plaza Mayor de belleza, luz, color y emociones flamencas. Y en el aire limpio de la mañana han desfilado sobre tejados y balconadas, los desfiles de carrozas repartiendo arte y delirio; la alegría de las peñas multicolores, entregadas al placer de estimular a la fiesta y al buen humor; las celebraciones litúrgicas dedicadas a la Virgen y el buen San Roque que por una vez en el año recorren la villa para bendecir vidas y sueños; la espectacular belleza de la Corte de Reinas, cuya apostura y dignidad han llenado de honores a la villa y asombro a propios y extraños; las alegres dianas y los conciertos magistrales a cargo de la Asociación Musical de Villadiego; el vermú del medio día; el buen yantar de una tierra que conserva los valores culinarios ancestrales, con especial devoción del cordero asado al estilo Villadiego, las jijas y la morcilla; el sol y sombra de la sobremesa y las cañas frescas de la tarde; los fuegos artificiales llenando de asombro y color los ánimos y la noche; los bailes, las corridas de toros, las verbenas, los conciertos de guitarra y música coral en el flamante Auditorio «Príncipe Felipe» y de órgano en el templo de Santa María; las exposiciones en Museos y templo de Santa María… Y para completar el ámbito cultural, el especial Acto Conmemorativo que celebra el 200 Aniversario de la Independencia de Paraguay y en Memoria del ilustre oriundo de la villa  D. Bernardo de Velasco y Huidobro (Villadiego, 1765, Asunción, Paraguay, 1822) militar español, último gobernador de la Intendencia del Paraguay. 
Finalmente, he sentido la emoción de los numerosos reencuentros entre amigos que vivimos al alimón niñez y adolescencia. Siete decenas largas de años coleccionamos todos ya y los recuerdos de otras fiestas y otras venturas nos han unido en el amor a la tierra que nos vio corretear y en el firme propósito de seguir llevando su nombre donde quiera con el más legítimo de los orgullos.
Por todo ello, porque he disfrutado «de lo lindo» ―como era expresión superlativa del regocijo en labios de nuestros mayores― quiero mostrar mi agradecimiento a cada una de las personas que lo han hecho posible. Y, como en Fuenteovejuna, sigamos todos a una engrandeciendo lo que ya lo es mucho por el esfuerzo del trabajo, la cultura y el bien hacer de regidores, asociaciones y vecinos. 
Ontillera
17 de agosto 2012