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jueves, 1 de noviembre de 2012

LA CALZA DE VILLADIEGO A JOAQUÍN DIAZ




Villadiego era un soldado
Que a San Pedro en ocasión
De estar en dura prisión
Nunca le falto del lado,
Vino el Espíritu Alado
Y lleno de vivo fuego le dice a Pedro:
Sal luego tomas las calzas, no arguyas
Pero por tomar las suyas
Tomó las de Villadiego.










Una de las mayores satisfacciones que me deparó el pasado año fue la concesión de la Calza a JOAQUÍN  DIAZ por lo que significa de reconocimiento para su ingente actividad en favor del rescate de la cultura tradicional castellana. El hecho de que el galardón haya sido otorgado por la Asociación Cultural "Las Calzas" de Villadiego, la villa que me vio nacer, representa para mí condición de villadieguense el orgullo de mis orígenes y el placer de compartir los criterios culturales que las iniciativas de esta Asociación Cultural representan.

"A lo largo de su dilatada carrera, ha publicado unos cincuenta libros sobre diversos aspectos de la tradición oral: cuentos, romances y canciones, expresiones populares, etc., y más de doscientos artículos y ensayos en diferentes publicaciones. Ha grabado unos sesenta discos y participado en la creación de otros tantos, colaborando con numerosos intérpretes y grupos de música popular".
De la Wikipedia


miércoles, 8 de agosto de 2012

PEDALEANDO AL ALIMÓN

Desde hace unos pocos días mi recorrido diario por el carril se ha visto acompañado con la presencia de un colega que, además de cantar en la cuerda de los tenores de mi muy amada Coral de Cámara “San Esteban” tiene una hermosa bicicleta “todo terreno” y una capacidad para el diálogo, el chascarrillo y la conversación amena que traspasa fronteras. Lo digo porque además de todas las virtudes mencionadas habla en francés como si hubiera nacido en los muelles de Marsella.

El fotógrafo es mi amigo Gabri

El hombre, recién jubilado, por la gracia de Dios y los años de cotización, también es abuelo para más dicha y a menudo nos entretenemos relatando experiencias comunes que siempre nos llevan en la misma dirección; aquella de “da, Señor, pan a los que tienen hambre y hambre a los que tienen pan”. Viene a cuento porque las madres generalmente tienen la acusada tendencia a la alarma, rayana en ocasiones en la histeria, cuando ante los primeros sólidos que sustituyen a las papillas y lácteos, los nietecitos se niegan en redondo a saborear toda suerte de legumbres, tubérculos y demás sabores desconocidos. ¡Ojo!, sin exagerar, que de todo hay, porque conocemos en nuestras carnes quien soslayó esta inquietante tozudez y trasegaba gabrieles como si fuera un molino de olivas. Con bien pocos años. Así que tratamos ambos de hurgar en nuestras experiencias, tan lejanas como los decenios que llevamos a cuestas, para contrastar conductas maternales y nuestras experiencias gastronómicas de posguerra. A lo que se ve, parece que en nuestros tiempos la cosa era más sencilla porque el asunto tenía que ver más con disponer de pan para matar el hambre que en tener hambre para hincar el diente a la hogaza. De cualquier manera, él, como primerizo en estas lides y yo, superados estos lances, hemos dividido por dos y descubierto que ni alarmas ni presiones dejan otra opción que echar mano de la paciencia y dejar que el instinto de conservación resuelva los conflictos como es notorio según la experiencia. Carpetazo al tema.

Otro de nuestros contenidos de conversación nos lleva a todo lo que tiene que ver con la crisis que es eso que ha dejado exhaustas las cartillas de ahorros de la hacienda pública por arte de birli-birloque. Comprobamos que, a lo que parece, entre todos los celtíberos habremos de reponer pacientemente cada maravedí evaporado como cuando se reúne a escote el importe de una ración de gambas a la plancha en un chiringuito playero. Desde luego que barajamos las extensas fórmulas tabernarias que todo el mundo tiene in mente para recuperar la guita perdida pero mucho nos tememos que algunos vapores son irrecuperables y este es el caso que nos lleva a la previsible rebaba de las pensiones que nos gustaría fueran intocables. ―Esperemos que no sea más que una rebaba porque un recorte, por discreto que sea, siempre depende del Eduardo Manostijeras que las maneje y no deja de ser alarmante―.


El río Vena, nuestro inseparable compañero de viaje


El cuentakilómetros

¿Saben ustedes que algunas fachadas vienen siendo un doloroso calvario para los sufridos presidentes de comunidad? Pues si, y el asunto está relacionado con el afán de la arquitectura moderna por embellecer la cara de cada edificio con losetas pegadas y mal avenidas con los cambios bruscos de temperatura y la firmeza cuestionable de algunos “pegamoides”. Pues eso; pensamos en nuestros caletres envejecidos que el riesgo de caída de uno de los azulejos desprendidos y sobrevolando las aceras, es comparable a la imprevista pedrada que sufrió aquel rey castellano lanzada por manos tan inocentes como certeras. Ahí está en el Monasterio de las Huelgas el malogrado Enrique I para confirmarlo. 

Tanto a mi amigo y colega de coro como a mí, nos parece que una mañana pedaleando entre trinos, croares, arrullos de las palomas torcaces y algunos ladridos, se convierte en oro y el oro en placidez mental. Hay que convenir que no fue así desde el primer día de incorporación para mi buen amigo porque un sillín de bicicleta es lo menos parecido a una mullida butaca de salón y necesita cierto acomodo prostático. De manera que las diez vueltas al circuito diseñado para nuestro disfrute, se convirtieron en un suplicio que provocaba en él inquietantes ladeos, quejumbres y abandonos a la cuarta, quinta o sexta vuelta, según la progresión diaria. Afortunadamente siempre hay remedios para todo y él encontró pronto el suyo; una funda de alivio sobre el sillín torturador que consiguió la calma definitiva para la zona pudenda. Ahora, su estilo depurado y su gallarda figura de hombre entrecano y talante jovial se han convertido para mí en un émulo al que imitar. Y no es fácil porque cada uno de los treinta y seis años de mis piernas envejecidas comienzan a mostrar algún desaliento cuando me propone retos más intensos y prolongados. Seguramente tendremos que negociar. 



viernes, 27 de julio de 2012

DE PASEO

                             
                                                 "Gente menuda" camino del recreo

jueves, 26 de julio de 2012

CUESTIÓN DE TALANTE


Una vez más el carril bici es fuente inagotable de experiencias y en este caso lo es de uno de esos  encuentros imprevistos que estimulan el caletre. En plena fase de pedaleo en torno a mi personal circuito de seiscientos metros y, a punto de completar mi tercera vuelta, oigo una voz que me espeta al paso:
«¡Oye!, ¡ayúdame!»
Alarmado por la inesperada petición, echo mano inmediata a loos frenos de la bicicleta, que chirrían escandalosamente, y me detengo. Al instante, la misma voz que me ha demandado ayuda vocea otra exclamación, en este caso para que prosiga mi carrera:
«¡Sigue, sigue, sólo es que me das envidia!».
Sigo pedaleando sorprendido y la mosca de la oreja me empieza a funcionar; el origen de la voz está sentado en uno de los bancos que, de tramo en tramo, bordean el carril. Es un hombre mayor atrapado en un corpachón, con la tez tostada y la mirada triste. El segundo es mas joven, de menos carnes y con una mirada más alegre. Ambos se acompañan de sendas muletas y se sientan en los dos extremos del banco. Completo la segunda vuelta y decido echar una parladilla con ambos.
De nuevo, el primero insiste en que no pase ante ellos porque le doy envidia en cada pasada. Él ha sido un permanente usuario de la bicicleta que ahora está abandonada en el trastero de casa. Según parece, le obligo a mirarme como a un reclamo imposible. Son las rodillas condenadas las que le impiden, no ya montar en bicicleta, ni siquiera caminar con la soltura que siempre lo ha hecho. Y termina su intervención con la frase lapidaria de quién, a sus propios ojos, ha sido y ahora no es: «¡Ya no sirvo para nada!» remata.
Echo mano del recetario universal de la lógica para rechazar su pesadumbre y le animo a descubrir las muchas cosas que se pueden hacer con muletas o, incluso, amarrado a una silla de ruedas. Probablemente piensa que es fácil torear desde la barrera y por ello insiste en su denostada incapacidad.  
«De momento usted y yo estamos manteniendo una intensa conversación y eso demuestra que su mente lúcida le permite hacer otras valoraciones y tirar «p’alante» como le confirma  su compañero de asiento:
«Yo llevo toda mi vida amarrado a estas muletas y todavía no he renunciado a nada». Incluso de mozo ahora tengo sesenta y seis años, jamás dejé de acudir al baile para danzar ayudado de muletas. De manera que mi situación se ha convertido en algo tan normal que jamás he pensado en cómo podía ser mi vida sin estos monaguillos…»
«Además», remato yo, no dudo que en su familia, a pesar de las limitaciones, usted es imprescindible y ha de gozar del cariño de los suyos porque deduzco que hasta que sus rodillas se le han rebelado, algo habrá hecho por ellos…»
«Mucho, muchísimo…», se anima, «tan fuerte y poderoso me sentía que jamás pensé en la posibilidad de verme inválido al final de mi vida de trabajador incansable. Tengo ochenta y dos años y, además de sentirme inútil, no creo que el futuro me depare muchas alegrías…»
«Perdone que le contradiga, pero hay demasiadas cosas en la vida para que una mente como la suya se pierda en pesares, insisto. Busque usted y descubrirá que hay muchas cosas por hacer y disfrutar y su gente le ayudará a conseguirlas» le digo con el mejor de mis propósitos.
El hombre esboza un gesto ambiguo y permanece callado con la mirada perdida.
Ha sido un breve encuentro pero apasionante porque tal parece que su incapacidad es muy reciente y sin duda necesitará tiempo para asumir el reto de seguir ilusionado con el vivir.
Y yo, después de despedirme de ambos, sigo en mi cuarta vuelta. En la quinta, ambos dan por terminada su mañana a la sombra y se van con mi adiós… 



sábado, 21 de julio de 2012

UN CAN CIVILIZADO

El carril bici depara toda suerte de experiencias con la presencia multirracial de cánidos que frecuentan las márgenes del río y sus aledaños.

Sin duda que ya es más que evidente mi afición por los canes, fundamentalmente como observador, y que ello me convierte en defensor de su dignidad y, en esta ocasión, además, en admirador de su solidaridad ecológica.

Precisamente el día en que se dilucidaba la final de la Eurocopa, un ventarrón con augurios de victoria sopló sobre toda la masa forestal que inunda Burgos. Tan fuerte ventolera provocó el desprendimiento de ramas, algunas de las cuales cayeron sobre el carril bici impidiendo el normal discurrir de ciclistas y otros atletas empeñados en aliviar la carga del tejido adiposo.


Pues bien, el hombre caminaba con su perro y conocida la capacidad del can para colaborar en cualquier propuesta que el dueño le hiciera iba a ser asumida sin remilgos por el animal, le mostró una de estas ramas caídas que el perro cargó sin dilación sujetándola entre sus mandíbulas para depositarla lejos del carril.

domingo, 15 de julio de 2012

LOBO





Hoy he conocido a “Lobo”, uno de esos perros especialmente inteligentes y bien adiestrados para buscar personas atrapadas entre escombros, perdidas en la maleza, cubiertas por un peligroso alud de nieves o en cualquier espacio peligrosamente alterado por cualquier catástrofe.

Caminaba yo de regreso a casa después de mi diario pedalear, y en contra de la experiencia habitual de canes en tiempo de solaz, ―sin otra tarea que la de husmear la popa de congéneres o gruñir a cualquier invasor de su supuesto territorio―,  «Lobo» estaba en plena actuación de sus diarios ejercicios prácticos realizados con exquisita precisión. Su cuidador, persona amable con la que he conversado a propósito de las habilidades caninas de su “alumno”, me ha contado el por qué de las habilidades del can. Tanto su condición de adiestrador como la del grupo de compañeros que trabajan con estos animales, son fieles al propósito de mantenerlos prestos para cualquier situación de peligro o desastre que requiera una acción inmediata.

Le he pedido permiso para fotografiar al perro y éste ha posado para mí como si se tratara de una más de sus habilidades. Su mirada inteligente parecía comprender el propósito de incluirle en mi colección de experiencias caninas, así que, sentado sobre las patas traseras y con la mirada limpia de quien comprende, ha permanecido en absoluta quietud y ha prestado su imagen con singular elegancia. Después, entre saltos, olfateos y recorridos impecables sobre pequeñas rutas preestablecidas, ha mostrado hasta que punto era dueño de su voluntad y diestro en el dominio de los recursos aprendidos. Ha sido una experiencia breve pero especialmente intensa que me ha recordado una singular anécdota ocurrida entre cazadores.
Comentaban en tertulia que algunos perros son más inteligentes que el mismo amo. Y uno de los presentes, cazador convicto y fervoroso, aprovechó para corroborar que eso le sucedía  a él con el suyo.
Bendita simpleza que confirma la especial relación de amistad ente hombres y cánidos, remacho yo, después de la experiencia matutina vivida.


viernes, 13 de julio de 2012

LAS RANAS DEL VENA


Las ranas

El río Vena burgalés ha recuperado la alegría. Probablemente suene a exageración semejante aserto considerando su sereno discurrir, nada caudaloso, camino del más generoso Arlanzón. Pero mi testimonio para confirmar la alegría del río tiene que ver con la fauna que alberga y en particular las ranas. Años atrás, hubo un grupo nostálgico de personas reclamando cualquier solución que repoblara los ríos de la ciudad con estos batracios. Incluso era patente la desolación al comprobar que prácticamente habían desaparecido de los tres ríos que discurren por los cauces urbanos y se barajaban toda suerte de razones del por qué de la ausencia de tan nostálgico croar. Se disparaban dardos contra el progreso que enturbia y contamina las aguas y hasta se culpaba a los insaciables ánades que, cuencas arriba y abajo, no parecen saciar nunca el apetito. Quizá los minúsculos renacuajos formen parte de su dieta, se decía, y ello se suponía que era una de las causas posibles de la desaparición. 

Pues bien, este año, avanzada la primavera burgalesa, se pudo escuchar un tímido e insólito croar que auguraba lo que ya hoy es una hermosa realidad a lo largo del cauce del Vena. Situadas en sucesivos tramos del río, hay ya alegres comparsas de ranas que, «…a través del canto, reconocen a las de su misma especie, advierten la presencia de depredadores y defienden sus recursos. Incluso, es con el croar del macho que la hembra identifica si tiene buena condición física, es grande o posee territorios de alta calidad, atributos que pueden definir la selección de pareja».

Así que, tras este despertar de los batracios unido al arrullo de las palomas en busca de pareja, el canto de los pajarillos revoloteando de rama en rama, los ladridos de complacencia de los canes en libertad y el sereno discurrir de las aguas del río, el pedalear sobre el carril bici resulta especialmente placentero. Es una excelente fórmula para serenar la mente y huir durante un par de horas de los sobresaltos del telediario y otras congojas paralelas.

¡Bienvenidas las ranas al Vena!






















sábado, 2 de junio de 2012

BUEN VECINO



Buenas días a todos, autoridades, políticos, compañeros, familiares y amigos.

Voy a comenzar con la palabra que debería terminar “GRACIAS”.  Y digo GRACIAS con letras grandes, con MAYÚSCULAS. Porque decir gracias con mayúsculas es sentirse orgulloso de un premio, de un reconocimiento merecido para todos aquellos que a lo largo de la historia de este grupo de “buenos vecinos” han aportado su ilusión, su empeño y su trabajo para conseguir que las notas de la Coral de Cámara “San Esteban” resuenen desde lo más alto del panorama musical burgalés, para regocijo y disfrute de todos aquellos que saben apreciar el arte de lo bien hecho, de lo que se hace con cariño.
Hoy es el día de ese reconocimiento, y en cierto modo también, y así lo sentimos, un reconocimiento muy merecido a la Música Coral Burgalesa, y del que la Coral de Cámara “San Esteban” está sumamente agradecida por este privilegio.

Fue en el año 1972 cuando un grupo de entusiastas, un grupo de amigos, se propuso hacer realidad su sueño y ser algo más que un coro parroquial. Así estos fogosos apasionados de la música coral comienzan su andadura por un camino sin fin.
En estos  cuarenta años, han sido más de 100 coralistas, los que han ido pasando el testigo a los siguientes, transmitiendo la tenacidad, el esfuerzo y la constancia como pilares básicos de este proyecto que continúa cada vez con más fuerza y más firmeza.
De aquéllos lejanos tiempos nos sentimos orgullosos de poder contar todavía de nuestras filas con fundadores como nuestros bajos: José Manuel Aragón y Gonzalo Navarro y nuestro tenor: Pablo Martínez, todos ellos valiosos puntales que siguen sosteniendo como el primer día esta gran obra.

La Coral de Cámara “San Esteban”, nace en el sitio idóneo, en Burgos y recojo las palabras de Jesús López Sobrino, miembro fundador de la Coral, que nos dice en la presentación de nuestro cuarto disco “Navidad hoy y siempre” grabado por la Coral  en 1997 con motivo de su 25 aniversario:

 “La Coral de Cámara "San Esteban" de Burgos surgió en una ciudad y en una provincia impregnadas de bellos pentagramas. Silos es taller privilegiado de melodías gregorianas; las voces monacales de la Huelgas bordan los matices cistercienses; el rango internacional va anejo a las composiciones de Francisco Salinas y Antonio de Cabezón; los acentos contemporáneos van prendidos a la inspiración de Antonio José, Jacinto Sarmiento, Ángel Juan Quesada...”

Y centrándonos aún más en la cuna de la Coral, la podemos situar entre las artísticas iglesias de de San Esteban Protomártir y San Nicolás de Bari, herederas de una amplia tradición musical.

La Coral de Cámara “San Esteban” se siente orgullosa de ser burgalesa y así lo pregona y lo ha cantado desde su origen y son muchos los que han podido dar fe de ello:
En Europa ha realizado giras por Alemania, Francia, Inglaterra, Portugal y la República Checa. En el territorio nacional, alguna provincia nos queda por visitar, pero todo se andará. Y en Burgos y provincia, ¿Quién no conoce a la Coral de Cámara “San Esteban”?
La Coral ha recibido innumerables reconocimientos y premios que no voy a citar para no aburrir al respetable, todos ellos tienen en común la música, el arte musical. Pero nos faltaba uno que aparte de esto nos reconociera un poco más y es el que estamos recibiendo hoy, ser “BUEN VECINO”.

Ser Buen Vecino es servir a los demás, es hacer un servicio público.

Los coralistas de esta Coral, además de tener una buena armonía humana, que es algo imprescindible para hacer buena música, estamos aquejados de una bendita locura que nos hace vibrar, emocionarnos y disfrutar, y no tenemos otra misión que la de transmitir a la sociedad todo esto que sentimos.

Lo que en cada uno de nosotros empezó como una satisfacción personal ha ido, sin casi darnos cuenta, unido a la satisfacción de los demás, esto implica que lo que se hace sin apenas sacrificio se convierta en una exigencia personal sacrificada, de dedicación al grupo, al público. Y cuanto más te dedicas a los demás y menos a uno mismo es más la satisfacción personal.

Las obligaciones altruistas suelen ser, en la mayoría de los casos las más sacrificadas y las más satisfactorias como enriquecimiento de la persona.
Dedicarse a los demás es sacrificar mucho de lo propio, pero no solo se queda ahí ese sacrificio, y por eso desde esta tribuna, quiero dar las gracias a todas aquellas personas que aunque su voz no se oye en la Coral, se siente su apoyo y su comprensión. Me estoy refiriendo a todas aquellas personas cercanas a nosotros, nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros familiares que nos animan a seguir en nuestro empeño y a las que muchas veces no podemos prestar la suficiente atención. Son también merecedoras de este reconocimiento que hoy nos hace nuestro ayuntamiento, son también “buenos vecinos”.

Nos acordamos también de aquellos coralistas que se fueron sin querer y que sabemos siguen cantando con nosotros desde donde ahora están porque les sentimos en nuestro corazón. Os queremos Inés, Merche, Rosa Eva, Leonor y Paloma.

Como veis esta barquita que empezó navegando por el Arlanzón ha sabido navegar por otras aguas más caudalosas y no cesa en su empeño de descubrir nuevos océanos, pero todo esto no hubiera sido posible sin unos buenos almirantes. Fue Juan José Rodríguez Villarroel, nuestro primer Gran Capitán, él fue quien tuvo que sortear los primeros avatares, las primeras tormentas, seguro que las más difíciles, pero su sabia y docta dirección hizo que nos llevara en volandas hasta aguas más tranquilas, y el sueño se hizo Coral.

En 2010 me hice cargo de esta empresa con la ilusión del que descubre el océano de la música en el lugar más alto desde la dirección y la composición. Así vemos el futuro lleno de música, magia y esperanza, la esperanza de conseguir metas cada vez más ambiciosas.

Aprovecho la oportunidad, como “Buen vecino” que somos, para decir a nuestros gobernantes que Burgos es de las ciudades que cuenta con una Cultura Musical Coral envidiable y que  no está siendo explotada lo suficiente.
Los sonidos de la ciudad deben ser los sonidos de su Música y no otros. Y dentro de esta música, la música Coral debe ocupar un lugar principal.

Muchas gracias a todos, muchas gracias Burgos.
César Zumel
Director

Texto : Carlos Martínez  Falcón







martes, 24 de abril de 2012

NATHANIEL HAWTHORNE

(Lunes 16-04-2012)


Nathaniel Hawthorne nació el 4 de julio de 1804. en Salem, Massachussets, donde sus antepasados habían sido prominentes ciudadanos desde el siglo XVI.
Su padre, capitán de barco, falleció en Surinam cuando Hawthorne tenía sólo cuatro años; después fue educado con los parientes familiares de su madre, los Mannings. Comprobando que el niño tenía especiales cualidades para recrear cuentos de niños a sus dos hermanas, embelleciéndoles con sus propias aportaciones, la familia le envió a una escuela privada y más tarde al Bowdoin Collage in Maine, donde entre sus compañeros se encontraban Franklin Pierce y Henry Wadsworth Longfellow que más tarde se convirtió en el décimocuarto presidente de los Estados Unidos.

La casa de los siete tejados (The House of the Seven Gables) es una novela de Nathaniel Hawthorne, publicada en 1851. Está considerada como la mejor novela norteamericana de este período y su desarrollo tiene lugar en la casa del mismo nombre, en Salem, Massachusetts.


En abril de 1846, Hawthorne fue nombrado oficialmente como "Inspector para el Distrito de Salem y Beverly e Inspector de Ingresos para el puerto de Salem", con un sueldo anual de $ 1,200. Fue ésta una época en la que pasan a segundo plano sus deseos de escribir como es su principal vocación. El mismo dice que está deseando de volver a hacerlo, especialmente cuando se siente sólo y se encuentra a si mismo imaginando cuentos. Afortunadamente para su vocación de escritor, la vida política a la que debe su cargo, cambiará con como consecuencia de la toma de posesión del nuevo  Presidente en la administración en Washington y como resultado del camio de partido deja su cargo para dedicarse por completo a escribir. 

INDIOS WAMPANOAG – MAYFLOWER – PILGRINS

(Domingo 15-04-2012)



Hoy ha sido uno de los días que voy a recordar con especial entusiasmo. Porque por fin he descubierto algo que ya intuía cuando, entregado en cuerpo y alma a la lectura de las novelas de Rodeo de mi adolescencia, celebraba las hazañas de indios y vaqueros. Incluso las películas del «Oeste» contribuyeron eficazmente al intencionado despropósito de juzgar a los primeros como desalmados, crueles y sanguinarios. Porque parece que la nobleza de unos y otros estaba mal repartida y siempre eran los segundos los que merecían el aplauso y con él el premio de la victoria. Según parece, los vaqueros no eran tan buenos ni los indios tan malos.    

Y mi satisfacción de hoy viene a cuento porque aquella nebulosa de desigualdad manifiesta en el trato que recibían los indios se me ha mostrado con la evidencia histórica de su noble estirpe y la inevitable conducta belicosa que les obligó a la lucha en defensa de sus vidas y sus tierras. El siguiente relato muestra el desarrollo de los acontecimientos que desembocaron en la situación actual de este pueblo, tal como se revela en la «Plimoth Plantation» una recreación de la forma de vida de este pueblo para enseñar a turistas e interesados en el conocimiento de las costumbres y cultura de los pueblos americanos anteriores a la colonización.

Los indios Wampanoag


El cuarto jueves del mes de noviembre  se celebra en los Estados Unidos el día de acción de gracias o Thanksgiving. La fiesta está íntimamente relacionada con los primeros eventos de la colonización inglesa en el Nuevo Mundo. En 1620 un grupo de colonizadores cristianos, que posteriormente serían conocidos como peregrinos, viajó a América a bordo del barco Mayflower. Desembarcaron en el mes de noviembre, a fines del otoño septentrional, en la costa de Massachussets (este de Estados Unidos) cumpliendo sus propósitos de establecer una Colonia en Plymouth. El riguroso invierno en esas latitudes les tomó por sorpresa, sin tener tiempo para prepararse contra las duras condiciones de privación y frío. Del centenar de peregrinos sólo sobrevivió la mitad. Los que lo consiguieron, debieron su suerte a la ayuda y alimentos que los nativos de la zona, los indios Wampanoag, les proporcionaron.

En el otoño de 1621, ya establecidos y con la primera cosecha recolectada, los sobrevivientes decidieron compartir sus frutos con los indios que les ayudaron cuando ellos no tenían recursos. El gobernador de la colonia proclamó "un día de dar gracias al Señor para que podamos de una manera más especial regocijarnos después de haber recogido el fruto de nuestro trabajo".

Esa pacífica convivencia con los nativos duraría pocos años, ya que la masiva afluencia de colonos europeos y la ocupación creciente de los territorios de los indígenas les llevarían a enfrentamientos continuos. El resultado final de las luchas fue la causa del casi total exterminio de los indios Wampanoag. Tras la llamada guerra del Rey Phillip en 1675, sólo sobrevivirían 400.

Hacia 1600 los indios Wampanoag poseían 30 poblados, y su caudillo Massassoit, a pesar de su desconfianza inicial, firmó la paz con los primeros colonos blancos, los puritanos de Portsmouth, a quienes recibió con los otros jefes Squanto y Samoset. Su poblado principal era Pokanoket, cerca de Mount Hope (actualmente Bristol). En 1617, sin embargo, sufrieron una epidemia de peste negra que les diezmó. Aún así, los peregrinos fueron bien recibidos por el jefe de los pokanoket, Iusamequin, en Sowami, capital de Massassoit.

Wamsutta o Alexander continuó la política conciliadora de su padre, que había muerto en 1661, pero los blancos respondieron con vejaciones y expropiaciones de tierras. Después de su misteriosa muerte en 1662, fue nombrado jefe su hermano Metacomet o King Philip, a quien intentaron en 1671 que cediera buena parte de su territorio y la soberanía política. Como respuesta, se alió con narragansett, nipmuc y pennacook y declaró la Guerra del Rey Philip en 1675, con 12.000 indios que atacaron 50 de los 90 establecimientos blancos. Destruyeron 9 y mataron a mil colonos, pero acabó con la derrota cuando sitiaron Swansea y al final se produjo el virtual exterminio de la tribu. King Philip fue hecho prisionero y ejecutado el 12 de agosto de 1676, su cabeza fue expuesta en una pica y su mujer e hijos, vendidos como esclavos a las Antillas. Los pocos supervivientes se unieron a los narragansetts de Ninigret y se replegaron con los saconnets a Gay Head (Massachussets).

Hoy se está llevando a cabo una auténtica hazaña cultural por parte de un reducido de descendientes directos empeñados en recuperar su idioma nativo. Y la gran esperanza es el nacimiento de la primera niña nativa hablante. Su madre, Jessie Little Doe Baird, reciente ganadora del premio Mac Arthur «Genius», es la impulsora y motor permanente del proyecto que con el lema We Still Live Here (Âs Nutayaneân) (Todavía estamos aquí) muestra su propósito de recuperación de la lengua Wampanoag.































MAY FLOWER
Imaginase a casi cien hombres, mujeres y niños apretujados en una pieza, con apenas espacio para sentarse. El techo es tan bajo que ha de agacharse quien mida más de 1.50 m. Y deben pasar en ese sitio un día tras otro, sin higiene ni luz natural y con mala ventilación. Eso sucedía bajo cubierta en el Mayflower, el barco en que viajaron en 1620 los primeros colonizadores ingleses desde Plymouth a Norteamérica.

Los colonizadores, llamados «padres peregrinos», eran un grupo de puritanos que abandonaron Inglaterra en 1609 para huir de la persecución por sus creencias religiosas. Se establecieron en Leiden, Holanda, y volvieron a Inglaterra 11 años después, sólo para emigrar definitivamente de Europa en busca de un mundo libre, según ellos, de la influencia corruptora de otros modos de vida y religiones.

El Mayflower era minúsculo si se juzga según las normas actuales. Medía 27 m de eslora y pesaba poco más de 180 ton. Sin embargo, cruzó el Atlántico del Norte durante la peor estación para hacerse a la mar. En 1620 no era fácil la navegación oceánica. Aunque las brújulas, de las que el Mayflower llevaba dos, estaban razonablemente desarrolladas, las cartas de navegación no eran confiables, de modo que si un barco se desviaba del rumbo, los tripulartes no tenían modo de saber con exactitud dónde estaban.

El 16 de septiembre de 1620 el Mayflower zarpó de Plymouth para América con buen clima. Pero mudó éste y pronto se hallaron en medio de violentas tormentas y embravecidos mares. Se cerraron las escotillas,  los emigrantes se amontonaron, helados, mojados y mareados en su maloliente refugio, donde comieron, rezaron e intentaron dormir.


El Mayflower surcó los mares durante 55 días, hasta que el vigía gritó: «¡Tierra a la vista!» Habían llegado a la punta norte de Cabo Cod, Massachusetts. Al día siguiente rodearon el cabo y anclaron en un amplio puerto, frente a lo que hoy  es Provincetow.

Sus desdichas no habían de terminar aún, pues tardaron más de un mes en encontrar un sitio adecuado para establecerse. Por fin lo hicieron en un lugar al que llamaron Plymouth, y fundaron allí una colonia bajo la guía de John Carver y William Bardford.

Lo trágico fue que, si bien en el arriesgado viaje hubo una sola muerte, durante los primeros cuatro meses en tierra perecieron 44 colonos. Estaban débiles y agotados al desembarcar y, con el invierno ya próximo, América parecía un lugar frío y hostil.

El resumen de William Bradford sobre su llegada es muy elocuente: «No tenían amigos que los recibieran ni posadas donde abrigarse o recuperar las fuerzas, deterioradas por la intemperie; ni casas ni mucho menos ciudades adonde encaminarse a pedir socorro... Además, qué podían ver sino un espantoso y desolado yermo, lleno de bestias salvajes.., toda la región, llena de bosques y matorrales, tenía aspecto violento y cruel.» Y los «padres peregrinos» eran habitantes de la ciudad, no acostumbrados a trabajar la tierra. Sólo con la ayuda de indios amistosos, que les enseñaron a pescar y a sembrar maíz, lograron sobrevivir.

Después de su primera cosecha, indios y peregrinos celebraron conjuntamente la Acción de Gracias, festividad del cuarto jueves de noviembre, que los estadounidenses observan desde entonces.





















The Pilgrims